Se presentó a las dos de la mañana a los pies de mi cama y me dijo:
- ¿Puedo estar contigo?
A lo que contesté:
- Tienes que estar en tu cama, que tú ya eres mayor.
Y mes desbarató los sentidos al decirme:
- Es que yo no quiero ser mayor, quiero ser tu bebé...
Todo ésto entre lágrimas. ¿Quién puede resistirse? Pués yo no y aunque todos los psicólogos del mundo digan que hay que hacer otra cosa, yo hice un hueco, la metí allí en medio y la abracé... así nos dormimos y así fuimos felices, aún más.